¿Alguna vez has oído que sentimos con las tripas?
¿No se te hace un nudo en el estómago cuando tienes miedo?
¿O sientes mariposas si estas enamorada?
Más allá de la mera función de digerir, procesar y absorber los alimentos el sistema digestivo desempeña funciones tan importantes como albergar el 80% de las células del sistema inmunológico y la producción de numerosas moléculas relacionadas con nuestro estado anímico.
Y es que realmente el sistema digestivo detecta, procesa y genera las emociones.
Sentimos con la tripa, somatizamos las emociones pudiendo llegar a producir náuseas, vómitos, diarrea, o por el contrario colapsar las funciones digestivas. ¿Por qué, os preguntaréis?
Es muy desconocido para la mayoría de las personas que en nuestro intestino delgado tenemos una compleja red de neuronas iguales que las neuronas del llamado cerebro superior (el del cráneo): tienen la misma estructura, las mismas funciones y son capaces de sintetizar los mismos neurotransmisores que generan las emociones; es el llamado segundo cerebro (gut brain), u oficialmente el sistema nervioso entérico (SNE), una sucursal del sistema nervioso central que se comunica con este a través del sistema nervioso simpático y parasimpático.
Entre los neurotransmisores que se fabrican en el intestino encontramos la serotonina, dopamina, GABA, norepinefrina y óxido nítrico. Para que lo tengáis en cuenta: el 90% de la serotonina (la famosa hormona de la felicidad y el bienestar corporal) se produce y almacena en el intestino y sólo el 10% en el cerebro superior.
Debemos estar atentos a las reacciones que provoca el estrés en nuestro sistema digestivo, ya que nuestro segundo cerebro está muy influenciado por este.
Os podría decir que más del 80% de las personas que veo en consulta con molestias intestinales están sufriendo también estrés. Aquí la clave no es sólo trabajar el sistema digestivo, es encontrar herramientas para controlar el estrés. Herramientas que pasan por el trabajo de kinesiología, la meditación, relajación, respiración, una alimentación reguladora, una higiene del sueño correcta y la práctica habitual de algún deporte suave.
Es muy común que en situaciones generadoras de estrés o angustia nuestro intestino se revele y tengamos diarreas. No es más que el reflejo del sistema nervioso entérico tratando de “eliminar físicamente” la emoción; provoca una diarrea para intentar expulsar lo que nos hace sentir mal.
Otras veces son los pinchazos, la distensión, los gases y espasmos lo que nos provoca dolor como reacción a alguna emoción que ha irritado a las neuronas intestinales.
No hay mucha diferencia con esos dolores de cabeza emocionales que muchas veces sentimos: discutimos con alguien o nos disgustamos y automáticamente sobreviene la cefalea.
Lo mismo es arriba como es abajo; un cerebro y otro funcionan de manera muy similar, dando molestias en su ubicación y restando calidad de vida a nuestra existencia.
Se creía que era el cerebro del cráneo el que regulaba y mandaba órdenes hacia la periferia, dirigiendo el sistema digestivo, pero realmente existe una comunicación continua entre ambos cerebros con una relación bastante compleja y respetuosa. Es lo que ya conocemos como gut-brain axis, elEJE CEREBRO-INTESTINO que, en permanente comunicación a través de pequeñas moléculas producidas por el cerebro superior y las bacterias intestinales, coordinan muchas de las funciones relacionadas con el equilibrio y la homeostasis del organismo.
De este modo, este cerebro en nuestras entrañas y la compleja comunidad microbiana (microbiota intestinal) son los responsables en gran medida de nuestro bienestar general.
Múltiples ensayos clínicos están enfocados al tratamiento de enfermedades neuronales y degenerativas a través del restablecimiento del equilibrio de la microbiota intestinal.
A partir de hoy miremos con amor nuestra tripa, pensemos en ella como un motor de bienestar físico, mental y emocional y empecemos a cuidar con mimo esta parte tan olvidada.
Y si es el día en que tomas conciencia de que tus intestinos no te permiten ser feliz, ponle remedio. Con paciencia, cuidados especializados, una forma de alimentarte reguladora, unas rutinas adecuadas, la eliminación de alimentos que no nos sientan bien, suplementación nutricional que restaura el equilibrio y con el acompañamiento especializado de un profesional, el bienestar puede volver a ti.
“Con calma, paciencia y cuidados, el intestino te devolverá la felicidad”