Lo primero, que los vegetarianos o veganos no se vayan…please!
Este post no os va a hablar de carnaza. Sino de DIGESTIÓN.
Sólo voy a explicaros muy gráficamente qué pasa con los alimentos cuando los ingerimos. Y es que cuanto mejor entendamos cómo funciona nuestro cuerpo, más conscientes seremos de cuándo se altera.
Me da igual filetón, tortilla de patatas o una rica hamburguesa de soja (pero que lleve proteína por favor, para poder explicar el proceso más complejo).
“Nuestra salud digestiva y nuestra alimentación son las bases de la salud no sólo del tracto gastrointestinal, sino del sistema inmunológico, de nuestro equilibrio emocional y de nuestra salud en general”
El aparato digestivo es el conjunto de órganos encargados del proceso de la digestión, es decir, la transformación de los alimentos para que puedan ser absorbidos y utilizados por las células del organismo.
El tubo digestivo se inicia en la cavidad bucal y terminan en el ano. En la boca empieza propiamente la digestión, los dientes trituran los alimentos y las secreciones de las glándulas salivales los humedecen e inician su descomposición química transformándose en el bolo alimenticio. Luego, el bolo alimenticio cruza la faringe, sigue por el esófago y llega al estómago, una bolsa muscular de litro y medio de capacidad cuya mucosa segrega el potente jugo gástrico. En el estómago el alimento es agitado hasta convertirse en el quimo.
A la salida del estómago se encuentra el intestino delgado que mide seis metros de largo y se encuentra muy replegado sobre sí mismo. En su primera porción o duodeno recibe secreciones de las glándulas intestinales, la bilis procedente de la vesícula biliar y los jugos del páncreas. Todas estas secreciones contienen gran cantidad de enzimas que degradan los alimentos y los transforman en sustancias solubles simples. El tubo digestivo continúa por el intestino grueso, de algo más de metro y medio de longitud. Su porción final es el recto, que termina en el ano, por donde se evacuan al exterior los restos indigeribles de los alimentos.
Para alucinar, si miramos el sistema digestivo de un adulto en números:
- Tiene una longitud de 8-12 metros (2 pisos de altura).
- Una extensión de 300 m2 (un campo de futbol)
- Ingerimos a lo largo de la vida 70 toneladas de alimentos y 100 de líquidos.
Somos lo que comemos, nos cansamos últimamente de oír en blogs, televisión y de boca de afamados nutricionistas, aunque yo añadiría:
“Somos lo que comemos, cómo lo comemos, cuándo lo comemos y por qué lo comemos”
De comer, beber y respirar es de donde obtenemos los nutrientes (los ladrillos básicos) para nutrirnos, la energía que necesitamos y de donde construimos el resto de nosotros.
Hagamos un repaso al viaje digestivo que experimenta cualquier alimento para entender qué pasa dentro de nosotros.
Comemos para alimentarnos y también para nutrirnos; los alimentos que ingerimos están conformados por sustancias complejas como son los hidratos de carbono, las proteínas y las grasas. Además, contienen agua, minerales y vitaminas. Sólo los 3 primeros deben descomponerse en las unidades elementales que los conforman (los monosacáridos de los hidratos de carbono, los aminoácidos de las proteínas y el glicerol y ácidos grasos de las grasas complejas) y las que nuestro cuerpo necesita para el metabolismo, obtener energía, la reparación y cualquier proceso fisiológico. Estas unidades son como los ladrillos, el cemento y el hierro que necesitamos para construir una casa.
Para ilustraros el proceso de digestión y absorción imaginemos que nos vamos a comer un filetón; parto de un ejemplo carnívoro, aunque soy consciente de que no todos los somos, sólo trato de mostrar de forma cómica qué sucede durante la digestión.
Y vamos a tratar de identificar y de nombran con propiedad cada parte de nuestro tubo digestivo; no todo es el estómago, ni mucho menos las tripas. Cada parte cumple su función y es importante identificar dónde está la molestia para poder solucionarla.
Todo comienza cuando nos ponen el plato delante. Sólo la visualización de tal manjar estimula en el cerebro la orden para la producción de las sustancias enzimáticas necesarias para su digestión, no sólo en el estómago sino en la propia boca, así como un factor emocional importante.
Lo introducimos en la boca para su masticación y deglución con placer, que son actos voluntarios. Las primeras enzimas presentes en la saliva de la boca empezarán la pre-digestión de los hidratos de carbono.
A partir de aquí todo el proceso es totalmente involuntario. La llegada del alimento al estómago a través del esófago, su entrada y digestión ya no son controlables por nosotros. Es en el estómago donde continúa la digestión de los hidratos y donde comienza la de proteínas, gracias al ácido clorhídrico que segrega el propio estómago. El proceso de digestión continúa y terminará en el intestino delgado, gracias a las enzimas digestivas que vierte el páncreas, el hígado y las sales biliares de la vesícula biliar.
Los alimentos totalmente digeridos en sus unidades elementales y útiles (los monosacáridos de los hidratos de carbono, los aminoácidos de las proteínas y el glicerol y ácidos grasos de las grasas complejas) serán absorbidos por la mucosa intestinal junto con el agua, los minerales y las vitaminas. La mucosa intestinal presenta una gran superficie para facilitar este proceso de absorción, llamadas vellosidades intestinales; son como unos deditos microscópicos que tapizan todo el interior del intestino como si una superficie de terciopelo se tratase.
La mayor parte del agua residual es absorbida en el intestino grueso. También es aquí donde los residuos orgánicos que no han podido ser digeridos son sustrato sobre el que actúan las bacterias que habitan el colon (microflora intestinal), siendo estas las responsables de las fermentaciones que causan los gases intestinales. Las bacterias producen sustancias útiles para su huésped como es la vitamina K, B12, B9 entre muchos otros beneficios.
Todos los residuos que no han podido ser absorbidos constituyen las heces, formadas en un 75% de agua y el resto fundamentalmente por fibra vegetal no digerible y bacterias (el 50% del peso de las heces son bacterias). Cuando las heces llegan al recto se desencadena el reflejo de defecación, ayudado por la presión abdominal y el descenso del diafragma.
Ya nada queda del suculento filetón, o tortilla de patatas. Sus elementos han sido digeridos y absorbidos, han pasado al torrente sanguíneo para distribuirse por todo el cuerpo y nutrir cada una de las células de nuestro cuerpo. De manera que una alimentación lo más sana posible, o lo menos insana posible, equilibrada y saludable nos estará nutriendo y proporcionando la energía que necesitamos.
“El alimento ha cumplido su función de proporcionarnos placer, saciar nuestra hambre, alimentarnos, nutrirnos y permitirnos vivir”
Tan importantes son los alimentos que ingerimos, como la forma en la que comemos, nuestros hábitos, nuestra actitud hacia y ante la comida. Dentro del ambiente obesogénico en el que vive nuestra sociedad, alimentarse bien es complicado, cuando a nuestro alcance disponemos de multitud de productos insanos, carentes de nutrientes que nos conducen a un consumo excesivo y poco responsable.
Si además de todo esto somos conscientes de cómo nuestra salud intestinal comanda y genera nuestras emociones, cómo nuestro estado emocional puede verse afectado por las situaciones de nuestro intestino, podremos darle un nuevo sentido a nuestra salud, a nuestra vida.